Llegar a la Puna de Catamarca, desafiar la resistencia física en las grandes alturas, descubrir la región de volcanes más grandes del mundo, fue la aventura fotográfica jamás imaginada.
Sinuosos los caminos a veces marcados por rutas, otros sólo huellas; a cada paso crecía el asombro ante los colores, las formas extrañas de las montañas gigantes; las blancas dunas de bastas extensiones, movilizaban sensaciones profundas del gran desierto negro, con ondulantes campos de lava petrificada; junto a salares, ríos y lagunas de aguas saladas a más de 4.500m s.n.m.
La exótica belleza, los sonidos del silencio, la intensidad de los fuertes vientos en las alturas, de una naturaleza salvaje, aceleraban mis latidos y mis ojos ni si quiera querían parpadear en busca de “capturar la imagen movilizada por los Sentidos sensibles.
Cada entrañable fotografía, relata el viaje profundo de mis “ojos y corazón” del instante justo.
Explorando el paisaje raro, llamativo de las tierras rocosas de minerales; poblado por aves acuáticas, vicuñas, era como “cruzar un portal en el tiempo y espacio”.
Los cerros parecían cubiertos por pinceladas de colores ocre, rojos, violáceos, los grandes campos vestidos de colores dorados de los pastizales se extendían hasta chocar con la pureza de blancos níveos provenientes de los grandes y extensos salares.
Los lejanos picos entre 4.000 y 6.000mts s.n.m.; parecían cercanos y amontonados, con sus colores cercanos al arco iris, rojos, azules, amarillos, verdes, blancos, se tornaban diferentes según la iluminación y forma de las laderas conformadas
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“Permanece per se, mágica Puna, como la sensación del mundo recién creado, de clima seco, de oxígeno escaso, anterior a la especie humana o inspirado en el Génesis”.
Presentar cada imagen creada de la obra “Puna Catamarqueña”, tiene la intención de compartir la vivencia de la aventura en la naturaleza bajo su estado puro, para continuar explorando a partir de lo propio en cada persona al contemplar cada una de ellas.
Autor: Rosana Tobía
